8. Principio pedagógico de la atención
¿Cuántos de vosotros sentís que vuestros hijos o alumnos no os escuchan?
¿A cuántos de vosotros os cuesta muchísimo concentraros en el trabajo, en el estudio o simplemente en la lectura de un libro?
Hoy en día es habitual escuchar comentarios del tipo: “es que mi hijo no me escucha”, “tengo que repetirle las cosas mil veces para que me haga caso”, “es que mis alumnos están como ausentes en clase y no me prestan atención”…y decenas de afirmaciones similares que son como un goteo permanente en nuestras vidas.
Este fenómeno, desde una visión pedagógica, se puede entender de dos maneras distintas. Desde el punto de vista de la persona que comunica, podemos interpretarlo como una falta de respeto o atención por parte del oyente. “Lo que te estoy contando es importante y tú no me estás escuchando”. Sin embargo, desde el punto de vista del oyente, lo que puede estar ocurriendo es que simplemente la información que el comunicador está transmitiendo no resulta interesante para él. Y en su cabeza solo se esté reproduciendo un sordo “blablablabla…¿me entiendes?…blablabla…es importante…blablablá…a cenar…”. Es decir, cuesta mucho prestar atención.
¿Te resulta familiar?
En la sociedad actual vivimos “infoxicados” por un bombardeo constante de información que entra a través de todos nuestros sentidos. Toda esa información busca ser procesada, ordenada e integrada en nuestros circuitos neuronales. Y toda aquella información que sencillamente no consigue captar nuestra atención es enviada a la papelera de reciclaje de nuestro cerebro.
Antiguamente (y en la actualidad en algunas sociedades y sistemas familiares) se aplicaba el principio de “la letra con sangre entra”. El educando era una víctima pasiva del sistema a quien se le obligaba a repetir de memoria todos los ríos de España con sus afluentes a izquierda y derecha. Un receptor de información carente de atención cuya única motivación era la recibida en forma de “tizazo” o “reglazo” golpeando sobre alguna parte blanda de su cuerpo.
En la actualidad el conocimiento del cerebro y el cuerpo humano, de las emociones y de las habilidades intra e inter personales están abriendo nuevas líneas de aprendizaje-enseñanza. Ha sido posible demostrar que para aprender cosas nuevas y abrir nuevos conexiones neurales es necesario que nos emocionemos con aquello que queremos aprender. Se ha demostrado que se aprende mejor haciendo (por imitación como los niños) que escuchando “cómo hacer las cosas”. Y lo más importante, se ha demostrado que los aprendizajes integrados a través de la emoción y la acción generan un recuerdo positivo en nosotros que se refuerzan cada vez que volvemos a tener esa experiencia o a interactuar con esa persona que nos facilitó el aprendizaje.
La pregunta entonces sería ¿en qué vas a centrar tu atención para captar la atención?