Porqué el motor emocional del amor es mejor que el del miedo cuando llega la adolescencia
Recuerdo aún cuando una pareja de amigos nos invitó a su casa para celebrar la llegada de su primer hijo y como la velada se desenvolvía con alegría e ilusión por la buena noticia, hasta que a uno de los presentes se le ocurrió preguntar: “¿Y qué pasará cuando se transforme un adolescente?”.
Bastó esta pregunta para que la atmósfera de repente cambiara totalmente y en la cara de los jóvenes padres se dibujara una mueca de terror.
¿Cómo pudo la palabra ‘adolescencia’ transformar a ese bebé aún no nacido en el Chuqui de la situación?
¿Por qué la adolescencia asusta tanto?
¿Qué pasa a nuestros hijos durante la adolescencia?
Según la Organización Mundial de la Salud, la adolescencia es la etapa que transcurre entre los 10 y 19 años, considerándose dos fases: la adolescencia temprana (10 a 14 años) y la adolescencia tardía (15 a 19 años). A esta definición podemos añadir que esta es una etapa entre la niñez y la edad adulta que se caracteriza por profundas transformaciones biológicas, psicológicas y sociales. Los cambios a los que están sometidos los adolescentes en este periodo de su vida son radicales, y conllevan al mismo tiempo mucho estrés:
- por un lado están definitivamente abandonando a su cuerpo de niños para transformarse en adultos,
- y por el otro están empezando a percibir el mundo que les rodea de una manera totalmente diferente.
Esto porque el lóbulo prefrontal del cerebro empieza a crecer de tamaño y a aumentar el número de conexiones.
Muchas de esas experiencias van a ser generadoras de crisis, conflictos y contradicciones entre lo que se dice, se piensa y se hace. No es solamente un período de adaptación a los cambios corporales. Es una fase diseñada para conseguir una mayor independencia psicológica y social.
El adolescente necesita ‘romper’ las estructuras con las que ha ido creciendo hasta ahora para poder finalmente encontrar su propia identidad.
Y mientras el adolescente rompe … las estructuras, ¿qué podemos hacer los adultos?
¿Cuál es la clave para poder llevar de manera serena y constructiva nuestra relación con los adolescentes?
La respuesta radica en la comunicación.
Ya sabemos que esto es el ámbito en el que se encuentra mayor dificultad a la hora de lidiar con los jóvenes de esa edad, justamente porque no quieren escuchar y porque necesitan oponerse y rebelarse a lo que los ‘adultos’ les digan.
Aún así los mensajes que van a recibir en este momento son de radical importancia incluso para su desarrollo como adultos en el futuro. La comunicación en este momento es básica y podemos tener un rol importante para que aprendan a hablarse y a tratarse bien.
¿Cómo logramos todo esto?
En primer lugar, teniendo siempre presente que la vida nos desafía en los aspectos que también nosotros necesitamos trabajar.
Todos hemos pasado por la adolescencia y todos hemos tenido en menor o mayor medida nuestros momentos conflictivos con nuestros padres, y puede que las situaciones aún sin resolver se nos vuelvan a presentar justamente cuando tengamos que enfrentarnos a la adolescencia de nuestros hijos. Por lo que detectar cuales son las emociones o los puntos débiles que cada situación nos desata, puede ser de mucha ayuda para no repetir patrones que nos dañan a nosotros y a los que están a nuestro lado. A partir de esta toma de conciencia honesta de donde estamos nosotros, podemos pasar a establecer un dialogo igual de honesto con nuestros hijos.
Porque el acto comunicativo es un proceso muy complejo en el cual intervienen otros factores como las emociones conscientes o inconscientes, nuestra actitud corporal, nuestras creencias, la capacidad de escuchar, etc.
Si hablamos desde el miedo, la rabia, o la frustración, por mucho que quisiéramos transmitir amor, lo que va a percibir nuestro oyente es exactamente lo opuesto y si el receptor del mensaje es un adolescente, lo tenemos crudo.
En la Comunicación No Violenta, por ejemplo, se nos enseña como solo desde la asertividad, la escucha activa y la empatía podemos lograr una comunicación tan sana que es capaz de resolver cualquier tipo de conflicto. Se promueven intercambios verbales en los que se habla siempre desde el ‘io’ y se evita todo tipo de frase que apunta al tu: “Es que tu… Tu nunca … Tu haces …Tu no escuchas …”.
Cuando hablamos desde el ‘io’, con todas nuestras imperfecciones y debilidades, admitiendo como nos sentimos y aceptando lo que somos en el ‘aquí y ahora’, se produce la magia de la comunicación y de la comprensión a un nivel mucho más profundo.
Por otro lado, nunca se nos olvide que todos tenemos el derecho de equivocarnos y de ‘cometer errores’, y que serán justamente estos primeros errores o fracasos que enseñarán a nuestros hijos a moverse con más seguridad en la vida. Como padres quisiéramos proteger a nuestros pequeños por el resto de sus vidas para que nunca se hagan daño, pero esta actitud es el mayor daño que podemos hacerles en realidad. Hay que empezar a dejarles ir poquito a poco, y a estar allí para cuando nos necesiten. Esto es el verdadero amor, la capacidad de aceptar al otro por lo que es, sin juicios ni “deberías hacer, o ser”.
Y por último, cuando las cosas nos superan, siempre es un buen consejo buscar ayuda de algún profesional, de un grupo de padres o educadores, de alguien con el que confrontarse y conseguir el apoyo que necesitamos.