Principio pedagógico 10

10. Principio pedagógico del cambio

¡Este es bueno! ¡Es de mis favoritos! Unas preguntitas para empezar 🙂

¿Cuánta pereza te da ir al gimnasio todos los días? ¿O empezar a comer sano después de Navidad o antes del verano?

¿A qué siempre vas al trabajo por el mismo camino? ¿Y frecuentas los mismos bares y restaurantes cuando sales? ¿Y te cortas el pelo de la misma manera vez tras vez?

Seguramente te sientas identificada con más de uno de estos comportamientos y seguramente pocas veces te hayas preguntado por qué esto es así.

Si en este momento te está picando la curiosidad, creo que te alegrará saber que puedo darte una respuesta sencilla a este misterio del universo.

¿Estás preparada? Ahí va…

Tu cerebro está diseñado para ayudarte a sobrevivir. Su objetivo es optimizar el consumo de energía de tu organismo, simplificar al máximo todos sus procesos. Y siento comunicarte que uno de los procesos mentales que más energía consume es el de cambiar de hábitos o lo que es lo mismo, salir de la rutina. Esto te agota, y tú lo sabes.

El mero hecho de pensar, por ejemplo, en reducir el número de cafés que tomas a la semana, hace que  a tu sistema nervioso se le enciendan todas las alarmas ¡OMG! ¡Cómo voy a dejar de tomarme yo el café de por las mañanas si es algo que llevo haciendo desde que tengo 14 años! Jajajaja

Es duro, ¿verdad?

Por eso nos gusta tanto vestirnos siempre con las mismas cuatro prendas (o cuarenta las más presumidas), lucir siempre el mismo peinado e incluso somos capaces de soportar durante años a un jefe inepto y déspota porque la sola idea de cambiar de trabajo provoca un escalofrío en tu espalda aún mayor que los gritos de tu jefe.

Tu cerebro es adicto a los hábitos y, por lo tanto, tu cuerpo también. Sin embargo, tengo una buena noticia para ti, este comportamiento es reversible, se pueden cambiar hábitos. No te voy a engañar, no es súper fácil pero tampoco es mega difícil, y lo mejor es que se puede hacer “de a pocos”.

El primer paso es tomar consciencia de que estás metida en una rueda que se repite una y otra vez día tras día, observar tus comportamientos y tus reacciones ante los acontecimientos. Y desde esa observación empezar a introducir pequeños cambios, como por ejemplo sustituir la mantequilla y la mermelada de las tostadas por aceite y sal. Otro día, cambiar tu pan habitual por pan de espelta o de centeno. Otro día reducir la cantidad de café (y la de leche también que no sé que es peor).

Y de esta manera, al cabo de un mes, habrás reducido significativamente la cantidad de calorías ingeridas con el desayuno sin apenas esfuerzo. Recuerda, tu cerebro no quiere esforzarse porque gasta energía, pero si lo haces “de a pocos” te aseguro que no se entera.

Te animo a que pongas en práctica este principio en todos los aspectos de tu vida. Ese curso de inglés de negocios que llevas posponiendo años. Esas clases de salsa que te dan tanta vergüenza tomar. Ese cambio de look al que llevas dándole vueltas meses. Hazlo “de a pocos”. Nadie espera que te conviertas en bilingüe en cuatro días o que de la noche a la mañana aparezcas vestida como Lady Gaga.

Simplemente, toma consciencia y empieza. Rompe con las rutinas tóxicas, aburridas y desmotivadoras y atrévete a cambiar.

¿Dónde vas a salir a cenar este fin de semana?

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